Funcionario de Illia y Alfonsín salió al cruce de Sanz y los renunciamientos de la UCR
Por el Dr. Emilio Capuccio
Buenos Aires (Lunes, 6 de febrero)
Estimado correligionario:
En el reportaje que le realizó el periodista Julio Blanck, publicado
en Clarín Web en el día de ayer, Ud. sostiene que no sabe “de qué se
quejan muchos radicales”.
En mi carácter de viejo afiliado radical que tuvo el honor de ser
funcionario del gobierno del Dr. Arturo Illia y ser uno de los treinta
ciudadanos a quienes el Presidente Raúl Alfonsín les tomó juramento en
el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el 10 de diciembre de 1983,
designándome Secretario de Estado de Seguridad Social, le informo de qué
me quejo yo:
Me duele en el alma la pobre, la escasa, la nula participación o
influencia que la Unión Cívica Radical tiene en las decisiones
fundamentales que toma el gobierno de Cambiemos.
Si los radicales tuviéramos la posibilidad de influir mínimamente, el
Presidente Macri no hubiera intentado el despropósito de designar a dos
jueces de la Corte Suprema de Justicia mediante un simple decreto.
No hubiéramos acompañado la designación de Ricardo Echegaray como Auditor General de la Nación.
No hubiéramos tolerado el “dietazo” que aumentaba las remuneraciones de
senadores y diputados en un 45%, mientras se trataba de imponer un techo
del 20% en las paritarias.
No hubiéramos cometido el error de intentar aumentar por decreto los
fondos coparticipables de la Ciudad de Buenos Aires, en detrimento de
las provincias.
Nunca hubiéramos incluido en el proyecto de “ley blanqueo” el lamentable
art. 85 que establecía penas de prisión para los periodistas que
divulgaran los nombres de las personas que se acogían al beneficio.
No se nos hubiera ocurrido mandar al Congreso un proyecto de reforma del
Ministerio Público Fiscal incluyendo una cláusula que “acortaba” el
mandato de la Procuradora Alejandra Gils Carbó.
No hubiéramos cometido el papelón de intentar aumentar las tarifas de luz y gas, sin realizar las audiencias públicas.
No hubiéramos permitido que la Canciller Malcorra diera vueltas por el
mundo a costa del erario público, abogando por su candidatura a la
Secretaria General de la ONU, sabiendo que Inglaterra con su poder de
veto en el Consejo de Seguridad nunca iba a tolerar que un argentino
ocupara dicho cargo.
No hubiéramos cometido la torpeza de mandar a “extraordinarias” sin
ningún consenso el proyecto de ley de Impuesto a las Ganancias.
No hubiéramos mostrado nuestra capacidad de “gestión” teniendo que recular con la firma de un simple decreto sobre feriados.
Nunca hubiéramos creado la Obra Social para Trabajadores de la Economía
Popular (OSTEP), para satisfacer la ambición de Emilio Pérsico y
discriminar a los ciudadanos más pobres, creando una institución que
brindará prestaciones de la más baja calidad, contrariando la histórica
postura de la UCR que propicia el seguro nacional de salud.
No hubiéramos mostrado la hilacha al modificar por un decreto la “Ley de
blanqueo”, posibilitando el acceso de los parientes de los
funcionarios, contrariando lo que había sido una clara decisión del
Poder Legislativo.
No hubiéramos tolerado la presencia en el gobierno de un “cara pintada” negador del “plan sistemático”.
Son muchos y gruesos errores para un sólo año de gobierno y quiero creer
que la UCR nunca fue consultada acerca de esos asuntos. De lo contrario
la situación sería mucho más grave. No estaríamos ante un caso de
escasa o nula participación sino que entraríamos en el terreno de la
complacencia y la complicidad.
Pero hay, estimado Dr. Sanz, otra característica de tono general que
indica que la UCR no gravita, no influye, en absoluto. Me refiero al
profundo sentido republicano que resplandeció en los gobiernos radicales
de Illia y Alfonsín. El apego sacrosanto a la ley, el sentido profundo
de la igualdad, la preocupación por los pobres, la honestidad a “raja
tabla” y la transparencia en todo… Detalles, por ejemplo, como el
lamentable uso del helicóptero presidencial para un viaje de placer de
la esposa del Presidente a Punta del Este, falta que los radicales nunca
hubiéramos cometido por respeto a nosotros mismos.
En el plano partidario, me quejo porque la UCR, se encuentra en un
estado total de postración física y mental. No hay pensamiento, ni
debate, ni análisis de las cosas que le ocurren al país. No hay
propuestas ni estrategias para volver al poder. Los cuerpos orgánicos no
funcionan y han sido reemplazados por una “conducción de facto” que Ud.
encabeza y manipula al partido sin información y control alguno.
Lo saludo atentamente.
Emilio A. Cappuccio. DNI 4.268.973. Estomba 2167, CABA